Te fuiste, idiota

Te fuiste, idiota

Lo supe por tu expresión, te note algo confundido. Ese cigarro no tenía la culpa, lo hiciste ceniza en minutos.

Nos miramos en el último café de la calle junto al faro casi muerto donde se esconden roedores hambrientos, estabas sentado frente a mí, yo mirando tu sonrisa muerto de miedo por dentro con mi corazón hecho trozos. ¿Por qué sonríes? Me obligas a quererte, me sentí en la necesidad de querer correr a ti, recorrer tu espalda a besos, averiguar tus pensamientos extraños y morir de amor en tu cuello.
Pasaron únicamente unos cuantos segundos,  sin imaginarlo estuve fuera de una relación que creía duraría siempre, ¡pum! ¡Se acabó!  Por tonto, por aprender a querer como en las películas, ¡que idiota!
Me tomaron por sorpresa el recuerdo de todo el tiempo recorrido y las frases que se callaron por siempre, los lugares que tienen más historias que los cuentos, nuestros planes convertidos en mis planes, tus brazos en mi cuello, tus besos en los labios, el juego inmaduro de colgar primero tu aunque no quería que te fueras, cuando me despertabas como el café por las mañanas, canciones rock, cigarros en el piso, sexo y más sexo, la limerencia perfecta de ser tú el amor de mi vida, mi vida que estaba apuntó de terminar, cortaste el hilo, arrancaste la página, te rendiste.
Quede sólo, con dos tazas de té, un panecillo a la mitad y miles de palabras en mi boca, no me percate cuando te marchaste. No viajamos por el mundo, pensé, no más combo, sólo nachos. Te fuiste y me dejaste con todos estos kilos de más ¿qué va a pasar ahora?
Levantaste tus cosas para tomar un autobús a casa, apenas cruzabas la calle comencé a Extrañarte inmenso, total, forma loca, sin remedio, sin excusas. Las puertas del transporte cerrado, chillaron los neumáticos desgastados como se desgasto la mirada en nuestros cuerpos fugaces capaces de soportar una carga sentimental tan fuerte como la luna testigo único en mí estado crisis emocional invadiendo a descontrol.

Entonces sentí tristeza, soledad, la soledad que siente un niño sea cual sea su edad, abandonado, no sabía qué hacer, me llevaste contigo, no había nada dentro de mi más la imaginación que regresaras para sentirte con fuerza, la fuerza del viento golpeando mi cabeza una y otra vez precipitando la agonía. Aún con vida me sentí en la muerte.

Eres un cabron...
Cuando mencionaste lo confundido que estabas respecto a lo nuestro, pedí que vinieras conmigo para confundirnos juntos.
Fui muy torpe, intente que nuestros corazones embonaran a la perfección el uno al otro sin saber lo difícil que es acomodar una pieza grande con una pequeña, la verdad es que no fuiste tú quien rompió mi corazón, fui yo, al querer depositarlo en un frasco tan pequeño que eras tú.

Esas partes ahora rotas, esparcidas por cada rincón del cual pasamos las he puesto dentro de la bolsa izquierda que tenía tu camisa, quiero saber si eso moja tu cuerpo y llega después de las costillas. A tu corazón, ese que fue tan difícil de llenar...

Fotografía: Kosuel Cuevas 





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